miércoles, 18 de abril de 2007

El Duro


El sol brillante de la mañana penetraba por las endijas de la cortina y me daba en todo los ojos. Yo quería dormir un poco más pero el maldito reflejo me encandelillo la vista atravezando la telita del parpado. Estaba soñando algo que no tengo muy presente, pero se que era agradable, era de esos sueños ricos que siempre la gente tiene justo antes de que algo lo despierte: el reloj, el perro, un grito o este maldito sol. Justo me di la vueltica para el otro lado y paaafff de lleno en la cara. Asi que el dia que maté a William me levanté putisimo, incluso más puto que cuando me levantaba con el verraco despertador que me habia regalado mi tia. En ese entonces yo todavía estaba en el colegío. Era un vago de respeto, aunque no toda mi vida de estudiante fue así. A mí me fue entrando el desanimo de estudiar cuando una vez me encontré a mi prima de cajera en un supermercado del centro. Ella era una estudiante aplicadisima y de diplomas de excelencia, se le vislumbraba un futuro lleno de éxitos. Hasta que terminó el bachillerato y sus esperanzas se dierón de bruces con la realidad cuando su papá le dijo: "Mija hasta aqui llegó el tren, no hay plata pa' universidad". Despues de verla trabajando fui a mi casa y le pregunté a mi madre si me iban a dar más estudio despues de ser bachiller. Su cara me lo dijo todo. Este fue el primer desanimo. No iba a ser todo un bachiller para que otro hijueputa se enriqueciera a mi costa. Me desanimé aun más cuando las monjas del colegio se pusierón a hacer averiguaciones para dar con los ladrones de mangos de los árboles del colegío. Edgar, Jaime, Carlos y yo eramos los que traficabamos con los frutos. Nosotros éramos unos tipos que nos sentabamos en los recreos a hablar de cosas serias, y un dia hablando y analizando nos dimos cuenta que año tras año los palitos de mango daban unos mangazos increibles que increiblemente se podrian en el suelo. De vez en cuando la gente de manera furtiva se hacia con algunos, para comerlos con limón, viches y con sal. Nosotros al ver la situación decidimos montarnos el negocio. Ya lo teniamos hablado con Eufelia, una negra grandota que se sentaba con su platón lleno de mango viche y chontaduro para venderlos a la salida del colegio. Se lo dabamos casi regalado, aunque a nosotros nos parecía la replata. Asi pasarón las semanas y la negra estaba contenta y nosotros felices, pronto nos conectó con otras morochas de platón que querian hacer bussines. La cosa se estaba agrandando y necesitabamos proveer a los clientes. Fue así como pelamos unos cuantos palos. Al dia siguiente todas las averiguaciones apuntaban hacia nosotros. Decidimos hacer un pacto de silencio que el sapo de Carlos rompío a la primera. Las monjas le pintarón en la cabeza los sufrimientos y martirios que le esperaban en el infierno a los ladrones, y el imbécil cayó. En clase, sin que el profesor lo notara, me le paré enfrente y le di un puño en la cara suavecito para que la gente se diera cuenta que a la salida, en el parque, habria tropel. Los tropeles sociales se arreglaban a totazos en el parque del mico: aah que me llamaste hjueputa? vamos al parque, qué me estás mentando la madre??... vamos al parque. Si sos verraco y te hostigan la vida andá al parque. El golpecito que le di en la cara hizo su efecto porque el chisme se regó por todo el colegio, y a la salida, como siempre se acordaba, toda la turba del colegio hizo acto de presencia. Yo sabía que él no iba a faltar. Es mejor ir, poner la cara y que te den hasta en la madre, pero con honor, porque aqui el que falte le va peor al dia siguiente, le toca soportar chistecitos, burlas de todo tipo y la humillación publica de ser un cobarde. Yo, por ejemplo, siempre dejo la cobardia en mis casa y salgo con cara de loco para evitarme pendejadas. Congregamos a tanta gente como jamás se recordaba en el colegío. Yo les habia dicho a jaime y a Edgar que me dejaran todo a mí, que no se metieran. Ellos me hicierón caso y dejaron la justicia en mis manos. Al principio Carlos empezó dando, me dio una izquierda y un rodillazo que casi me deja grogui. Yo aun tenia el tembleque en el cuerpo como si fuera la primera vez, se me entumecierón las manos y se pusieron todas moradas de tanto apretarlas. Reaccioné como pude y me le fui encima, le hice un juego de izquierda y ¡tráquete! en toda la quijada. Cayó al suelo y yo le caí encima: le di en los ojos porque es fácil ponerlos morados, le di en la jeta y se la destrocé por bocón, luego le di pata hasta que la zuela del zapato se desprendío. Yo iba a seguir con cabezasos pero la gente no me lo permitío. Déjelo que lo va a matar, me decían, que va a dejar a la mamá sin hijo, que no era para tanto. Oi que la sirena de la policía se acercaba y lo solté. Cogí mis cosas y salí volando. Corrí como nadie del colegío. si me agarraban me daban bolillo hasta reventarme, o hasta que se cansaran. Carlos quedó ahi tendido. Al dia siguiente me esperaban las monjas. Mandarón a llamar a mis padres y se armó un embrollo inmensó. Me suspendierón nosé cuantas semanas y me pusierón matricula condicional. Otra más y me echaban de verdad. Asi que no me tenía que levantar temprano porque no tenía que ir al colegio y me la pasaba hasta bien tarde en la calle de pura vagancía y turismo en las lomas. Me despertaba al medio dia del con dolor de cabeza por el griterio de mi mamá pa' que me levantara, porque que mujer para gritar: mire levantece y no sea haragán, que haga algo, que lo unico que hace en el colegio es robar y pelear, que ellos hacian esfuerzos y yo les pagaba de esa manera. Me decia esto último y la arteria de la sien me empezaba a palpitar de pura rabia. Con el dolor de cabeza y el griterio me ponia de mal genio y la malparidez se apoderaba tanto de mí como de la casa. Por eso era que me largaba todo el dia. Un dia mi tia, una solterona que aún vivia con nosotros, dijo que traia la solución al problemita de levantarse tarde y perder la mañana. Era un reloj pequeño, pero que hacía un ruido tan insoportable como los gritos de una chicharra. Ahí si que peor me despertaba putiado, encima de despertarme a gritos de reloj solo habia dormido unas pocas horas. Me levantaba , aun con cara de sueño, y me iba a andar la calle. Las calles de mi barrio me enseñaron que es mejor pegar primero, que no hay que dejarsela montar de nadie y que por más que corras las balas siempre te alcanzan. En una de las esquinas del barrio, en los dias sin colegio y despues de madrugar conocí a Ronald. Así como el barrio me enseñó tantas cosas, él, me enseñó que la muerte da plata y que en la vida lo que manda es la plata. El dia de la pelea él me vio y le impresionó mi manera de dar golpes, la furia descargada y mi gusto por la sangre. En las semanas que estuve suspendido nuestra amistad y aprecio mutuo crecío. El dia que volví al colegio despues de un mal despertar, yo, ya iba bien armado con un Magnun calibre 44. Se lo mostré a Edgar y a Jaime, no me creian, pero al verlo, sus ojos se abrierón grandotes, lo agarraron, sopesaron , maromiaron con él a lo clin easnwood y se asustaron tanto que ese dia, mi ultimo dia de clase, me dejaron solo en el recreo. Yo no los necesitaba, más vale sólo que mal acompañado, más vale gente valiente y no un par de cobardes, ¡maricones!. Por un momento me dio ganas de descargarles todo el tambor, o por lo menos ponerselo en la cabeza y verlos todos arrastrados y llorones. Despues del recreo entré a la clase con los demonios en la cabeza, con la misma furia que tenía cuando reventé a Carlos. Me senté sólo. Carlos desde el otro extremo del salón me miraba disimulado con rabia y creo que con un poco de miedo. William, un compañero con el que solía estar en los recreos cuando eramos pequeños imaginando mapas en 3D, estaba en el tablero escribiendo bobadas mientras llegaba el profesor. Ponía el nombre de algún man y el de una mujer juntos y los encerraba en un corazón. En mi interior la idea de que hiciera lo mismo conmigo hacía que me hirviera la sangre. Lo puso. Me levante y fui directo hacia él, le pegué en toda la nuca. Yo creo que sintío un corrientazo por todo su cuerpo. De nuevo había tropel. William era un tipo tieso, no se iba a dejar de nadie. A la salida sin saber cómo, me encontré rodeado por unos diez manes , entre ellos estaba William.- Ahora si grandísimo hijueputa ¿que vas a hacer?- me dijo. Yo ya lo sabía, mi impulso totalitario y fatalista hizo que sacara el revolver. Brillaba con el sol del medio dia y destellaba al que lo mirara. Vi sus caras miedosas y apunté a William, no lo pensé ni un minuto. Era el o yo. Le pegué siete tiros y no cayó al instante sino que caminó hasta la mitad de la calle. Quería parar un taxi o algo que lo llevara, nadie lo recogío ni nadie le ayudó. Murío retorciendose en el pavimento, me lanzó una última mirada, escupío sangre y ahí quedó con los ojos voltiados. La noticia conmocionó al país y me convertí en el matón más joven de la ciudad. El único que me ayudó hasta que se calmará la cosa fue Ronald. Ahora trabajamos juntos: el maneja la moto, una Yamaha 115, y yo manejo el revolver. Somos los sicarios más cotizados de la ciudad. Matamos al que sea menos a la propia madre, ni a embarazadas. Matar es como tomarme un vaso de agua, no se me da nada, alguien lo tiene que hacer. Llevo 27 personas, pero el único que me atormenta en las noches es William con su cara ensangretada. Todos sabemos que el primer muerto es el peor.A mi mamá no la olvido y siempre le mando plata, ya le tengo lista una nevera y estoy ahorrando para comprarme una Mini Uzi.

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